martes, 1 de octubre de 2013

Apropósito del 15M (y de todo lo que noshan traído las plazas). Un análisis de José ángel Bergua

José Ángel Bergua, un viejo conocido de la 'Universidad de la plaza' del 15M de Huesca, donde ha intervenido en varias ocasiones nos remite este análisis  sobre el 'movimiento del 15 de mayo' y sobre los significados sociales y políticos que ha recuperado o hecho aflorar. Como todos los textos dela serie [ConFirma] este interesante artículo recoge una visión personal.

José Ángel Bergua es altoaragonés, sociólogo y profesor de la Universidad de Zaragoza. Los movimientos sociales, los jóvenes, las crisis y los procesos de cambio,  el mundo rural y los conflictos medioambientales han ocupado parte de sus trabajos.

 A propósito del 15M y todo lo que nos trajeron las plazas. Un análisis de José Ángel Bergua
 
 Foto: Manifestación del 15M en Huesca en mayo de 2013, dos años después de las acampadas
Autor: Redondo de Confusión, que se reserva los derechos
 

[ConFirma] A propósito del 15M

José Ángel Bergua

No hace falta ser un hábil hermeneuta para darse cuenta de que ya el nombre con el que los indignados del 15M se dieron a conocer hace ahora dos años (Democracia Real Ya), así como algunas de las consignas que coreaban (“lo llaman Democracia y no lo es” y “no los votes pues no nos representan”), transmitían una idea que no podía sino desencadenar desasosiego en el corazón del sistema político: la democracia, en tanto que conjunción de demos y kratos, es imposible. Que luego los eslóganes se hicieran tan populares y que el propio movimiento se extendiera de las grandes ciudades a las medianas y llegara a los pueblos, dio a entender que esa idea era ya muy común y movilizaba como pocas. Las iniciativas que han ido surgiendo desde ese impulso, entre otras la Plataforma de los Afectados por las Hipotecas o la reclamación de un proceso constituyente, muestran que no estamos ante algo pasajero. Por eso, al otro lado, el desasosiego inicial ha ido cediendo paso al terror.

No les falta razón a los del 15M al separar el demos del kratos. Por un lado, el kratos tiene que ver con la política entendida como poder, el cual suele definirse como la capacidad de un agente individual o colectivo para hacer que otro agente, también individual o colectivo, emprenda cierta línea de acción, incluso sin su consentimiento. En general, el orden instituido, desde la familia al Estado pasando por la escuela y el trabajo, funcionan de este modo. Unas veces ese poder o autoridad se ejercen expresamente y otras simplemente andan detrás, como último recurso o amenaza, llegando a generar el vacío así producido la ilusión de que la obediencia acontece de un modo espontáneo y que lo impuesto tiene que ver con cierta necesidad. En fin, la ilusión consiste en que el orden construido parezca “natural” en el sentido de inevitable. De hecho la naturalización de las convenciones sociales es uno de los dispositivos ideológicos más usados, tanto para prescribir ciertas relaciones sexuales como para legitimar ciertos derechos o la misma existencia de las naciones, etc. En definitiva, el poder permite construir un orden social heterónomo gestionado por élites, dando igual que las caras y apellidos vayan cambiando, pues siempre hay un arriba trascendido que lo regulará todo. Esta heteronomía política se ve complementada y reforzada por la ciencia, pues también ella está construida por élites y provee de los trascendentes conceptos e ideas que el sistema necesita para comprenderse.

Por su parte, el demos hace referencia a la capacidad de las gentes para construir y comprender lo social por sí mismas, lo que da lugar a un estilo de organización autónomo, emergentista y refractario a las trascendencias, sean políticas o científicas. Dichas gentes y las ideas que producen no se ordenan jerárquicamente, lo cual genera en ambos planos una heterogeneidad radical e irreductible. Finalmente, el vínculo entre los componentes de este modo autónomo de lo social no está basado en un poder que primero distingue, luego jerarquiza y finalmente excluye, sino en un eros que vincula simpáticamente y pone horizontalmente en relación todo con todo. La noción de “multitud” utilizada por Negri o Virno, así como la idea de “comunidad” de filósofos impolíticos como Nancy, Esposito o Agamben e igualmente la expresión “pueblo” según la usa García Calvo, retratan perfectamente, más las últimas que la primera, lo que es el demos y el carácter autónomo del mundo que construye.

El problema para la sociedad heterónoma es que los políticos y científicos, puesto que sus dispositivos de construcción y reflexión social están hechos para hacer y comprender el orden instituido, se verán incapaces de entender que pueda haber un mundo social autónomo. Es por esto que los partidos políticos, por más que les lanzaran algún guiño, no dieron muestras de comprender primero ni de poder realizar después, en el caso de que intentaran una o ambas cosas, nada de lo que los indignados decían. Por su parte, los columnistas y tertulianos, acostumbrados como están a que no hay más mundo fuera de los Partidos Políticos (ni más Economía que la de los mercados), tampoco supieron decir mucho con sentido, aunque a algunos les atrajera el ruido de la calle. En este sentido, su respuesta no fue muy diferente de la que el 2001 habían dado sus colegas argentinos ante las gentes que salieron gritando “que se vayan todos… que no quede ni uno”. Por cierto, igual de descolocados han quedado los formadores de opinión, tanto de izquierda como de derecha, ante el indignado Movimiento 5 Estrellas de Italia. Por lo que respecta a los científicos sociales, como la gran mayoría suelen inspirarse en las toneladas de literatura acumulada a propósito de la acción política institucionalizada, también les suele quedar lejos de la comprensión las gentes cuando salen tan alborotadamente a la calle. En definitiva, las élites científicas, periodísticas y políticas, en relación al mundo autónomo activado por el demos, tienen un grave problema: como piensan que no hay nada más que lo instituido, les ocurre que no saben que no saben.

Afortunadamente, algunos de ellos reconocen su ignorancia. Unos actuando, otros opinando y los terceros haciendo ciencia alcanzan a reconocer que no saben. Esta ignorancia positiva se expresa a través de nociones que durante los meses de actividad del 15-M llegaron desde los márgenes de las ciencias sociales y del activismo político para explicar y comprender qué estaba ocurriendo. Es lo que sucede con la expresión “movimiento social”, puesta de moda en los años 70, pero que, en realidad, apareció con la Revolución Francesa y consolidó su presencia en el siglo XIX para referirse al movimiento obrero, aunque ya antes, en la premodernidad, hay fenómenos como las revueltas campesinas, las turbas urbanas, el bandolerismo, etc., que como nos mostró Eric Hobsbawn, recientemente fallecido, caen perfectamente dentro de la categoría.

Ciertos expertos sugieren que el “nuevo” movimiento social debe ser entendido como un modo de ejercer la acción colectiva distinto del promocionado institucionalmente y que actúa para acelerar o detener el cambio social. También se ha dicho que su actividad apunta a conflictos distintos de los clásicos, pues la cuestión social cede su hegemonía ante el impetuoso desembarco de la cuestión natural, la femenina, la nacional, la urbana, la globalización, el intercambio en internet, etc. Acompañando a esta invención de puntos de vista ideológicos nuevos hay también una redefinición de la acción política a través de, por ejemplo, la acción directa o la desobediencia civil. De este modo hacen el cambio ya, en el presente y a nivel local, por lo que se apartan de la gestión de la promesa y del futuro que practican los partidos políticos y sindicatos. En efecto, si cuando vivía Dios y su mundo celeste la lógica era “mañana, cadáver gozaréis”, los actores políticos modernos han acabado con el más allá pero mantienen el futuro: “mañana gozaréis”. Los movimientos sociales han trasladado el goce al presente. Es cierto que la Sociedad del consumo, con su “gozad”, ha hecho lo mismo. Sin embargo, en este caso hay una tendencia a que este goce se realice en el plano imaginario (pues no otra cosa hacen la Coca Cola, un Volkswagen, el iphone, etc.), mientras que los movimientos sociales activan un goce que tiene que ver con lo real.

Por otro lado, sabedores de la tendencia a la oligarquización que afecta a los partidos políticos y sindicatos, suelen organizarse en secciones locales que disfrutan de gran autonomía e independencia y que toman sus decisiones en asamblea, quedando el circunstancial líder o portavoz obligado a defender la toma de posición que se decida. Gracias a las militancias múltiples de los activistas cada sección está vinculada a otras de su misma o diferente clase de un modo flexible, formando así redes sumamente efectivas. En el caso del IKV holandés, hasta el 60% de los activistas tienen una media de 11 vínculos con otros colectivos. Esto permitirá crear potentes y flexibles organizaciones a través de las cuales se movilizarán gran cantidad de recursos humanos, cognitivos y organizativos cuando la ocasión lo requiera. Hoy en día, las grandes corporaciones económicas e incluso bastante actividad de los ejércitos funcionan también de este modo. Sólo los partidos políticos y sindicatos permanecen anclados en la imperturbable y desesperante lógica de los sólidos.

Aunque estas características de los movimientos sociales permitieron retratar mejor al 15-M, también parece que, como habitualmente le sucede a la ciencia, de nuevo llegó tarde y mal pertrechada de conceptos. En efecto, del mismo modo que había sucedido con las revueltas de Túnez y Egipto un año antes, los indignados dieron una vuelta de tuerca más a la “política” de los movimientos sociales y la convirtieron en algo extraño para los especialistas. Por ejemplo, gracias a las redes sociales, el impulso asambleario y la horizontalidad se radicalizaron y la protesta política se convirtió en lo más parecido al demos, las gentes, que había habido nunca. En este sentido, el Movimiento 5 Estrellas italiano mostró la potencia de este estilo organizativo al convertirse en la tercera fuerza política en las elecciones del 2013 sin tener sedes físicas, no recibir fondos del Estado, no tener contacto con los grandes medios de comunicación y colocar en sus listas gentes desconocidas para los medios. Por otro lado, la crítica de los indignados ya no se proyectaba contra asuntos concretos tratados por la política (cuestión natural, social, nacional, etc.) sino contra lo político mismo.

Igualmente es importante el carácter tan transversal del movimiento 15M, que en parte se explica por la ausencia o pérdida de fuerza de las ideologías. En efecto, en las asambleas y conversaciones más informales, no sólo había rabia e indignación con la clase política. También se percibía que los participantes e incluso los curiosos eran seducidos y encantados directamente y sin mediaciones ideológicas por la materia prima de lo social: el querer vivir, el estar juntos y los complejos ideoafectivos que de ese magma emergen. Todo ello formaba algo parecido a un clima o atmósfera desde el que se intuyó que la trama institucional no podía hacer nada sola ni era tan poderosa porque se debía a lo instituyente. Igualmente se acarició la idea de que a partir de esa fuerza cualquier cosa era posible. Desde esa posición, el imaginario apareció tan voluptuosamente como acostumbra y la creatividad se desbocó, tal como muestran las ingeniosas frases que se escribieron, los lemas que se corearon, las extrañas comisiones que aparecieron, los modos como la horizontalidad afrontó la organización, etc.

Pero es que, además, el estar-juntos actuó de un modo terapéutico haciendo que las gentes olvidaran sus miedos y problemas individuales, esos que tan abundantemente produce nuestra sociedad y ante los que se ofrece como solución el abundante bazar psi de nuestra época. Cuenta A. M. Fernández que ocurrió algo parecido en la Argentina del 2001 pues los servicios telefónicos públicos de atención a suicidas casi no recibieron llamadas y las asambleas no sólo curaban a los desempleados, que se liberaban en ellas de su complejo de culpa, sino que también calmaban los temores generados por las noticias de violencia divulgadas por los medios de comunicación de masas, habitualmente padecidos en privado. Pero es que, en situaciones más tibias, como las asambleas convocadas por los squaters en la ciudad francesa de Toulouse que Rubén Torguet ha analizado, también ocurre que muchos homeless que acuden regularmente a ellas se liberan de sus adicciones. Estos cambios inducidos en la más profunda interioridad de los participantes, dan a entender, como ya advirtiera E. Durkheim a propósito de la efervescencia y bullicio de la Revolución Francesa, que lo sagrado es lo social o, quizás mejor, que lo social es sagrado.

Todas estas características del 15M que desde todos los costados retrotraen la política a su grado cero muestran también lo máximo que el experto puede decir asumiendo de un modo positivo su ignorancia. Del mismo modo, señala también el límite de la acción política o kratos a aquellos que se han tomado en serio su inoperancia. Más allá de ese umbral a partir del cual se disuelven como azucarillos los dispositivos expertos de reflexión, las opiniones de los columnistas o tertulianos y ese modo tan extremadamente heterónomo de construcción de la sociedad que es la política, no hay nada. Sólo demos. En ese lugar, que ocupó el 15M, se logra saber que se sabe. Pero ahí también se llega a reconocer que antes, cuando el mundo heterónomo parecía lo único existente, no sabíamos que, en realidad, sabíamos.

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