Continuamos con la serie "Acabar con la opacidad del sistema financiero y de los paraísos fiscales" que reúne el texto base de l conferencia ofrecida por Pedro Arrojo,profesor de
economía y Premio Goldmann de Medio Ambiente, en la Universidad de la plaza, del 15M de Huesca.
Esta serie de artículos comenzó con, "¿A qué crisis nos enfrentamos?', que puedes leer en
este enlace, continuó con "Cambio de época. Hacia una nueva
prosperidad" y siguió con "Decrecimiento sostenible para esa nueva "prosperidad". Incluimos ahora el quinto epígrafe del texto (cuarta parte en esta serie) titulado Colapso o recesión prolongada.
La serie continuará en este mismo blog en los póximos días
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Acabar con la opacidad del sistema financiero y los paraísos fiscales. ¡Piensa global y actúa local y globalmente!
(4ª parte)
Por Pedro Arrojo Agudo, profesor del Dpto. de Análisis
Económico de la Universidad de Zaragoza
El autor recuerda que éste es un texto en elaboración y por tanto agradecerá todo tipo de aportaciones que se pueden dirigir al correo arrojo[arroba]unizar.es
5 – Colapso o recesión
prolongada sin garantía
En una sociedad global crecientemente compleja e
interdependiente, el reto de desarrollar una gobernanza democrática
efectiva está colisionando de forma cada vez más estrepitosa con el imperio de
la lógica de mercado y el poder omnímodo del capital financiero. En un sistema
en el que, cada vez más claramente, el
poder lo da el dinero más que los votos, incluso los Estados más poderosos
se ven sometidos a las presiones, cuando no al dictado, de los intereses de los
grandes grupos financieros.
Por otro lado,
el relevo hegemónico de China se
viene produciendo a través de un doble juego financiero de alianza con y
chantaje a EEUU, condicionando
sostener el dólar a despecho de la descomunal deuda norteamericana, a la
docilidad internacional frente a las estrategias progresivas y pacientes del
gigante asiático. Un poder financiero ganado, en este caso si, sobre la base de
una economía productiva sumamente competitiva, apoyada tanto en la
liberalización comercial internacional, como en una política de infravaloración
artificial de su moneda, en connivencia forzada con EEUU e incluso con la UE (sobre la que crece también la
sombra del apoyo-chantaje financiero chino).
Podría decirse
que la fluidez voraz del dinero,
moviéndose libremente a nivel global, ha acelerado la crisis del unilateralismo
que empezó a dibujarse con la caída del Muro de Berlín, en torno a EEUU, como
potencia central y la UE como su lugarteniente (el famoso “Eje Atlántico”),
perfilándose hoy un nuevo “Eje
Pacífico”, en el que la referencia clave ya no es Japón sino China que,
poco a poco, está pasando a tomar la posición hegemónica.
En este
contexto, las profundas contradicciones internas de China, amordazadas por la
represión y la falta de libertades, añaden incertidumbre al escenario
internacional. Difícilmente podemos alumbrar expectativas esperanzadoras de ese
nuevo liderazgo en el que se combina lo peor del autoritarismo de su pasado
socialista con lo peor del mercantilismo capitalista que China abraza hoy con
entusiasmo.
La falta de
regulación financiera y comercial está generando, por no decir que ha generado
ya, desequilibrios estructurales tan graves en el orden económico-financiero
internacional y en el orden social derivado, que se hace difícil vislumbrar un orden democrático internacional efectivo,
sin cambiar drásticamente las reglas del juego del pretendido “libre mercado”.
En este
complejo tránsito, no obstante, emergen opciones multilateralistas, bajo el empuje de otras potencias emergentes
menores que juegan también sus bazas, como Brasil
o la India, sin olvidar a Rusia, como heredera del viejo poder
nuclear soviético. Resulta incierto precisar hasta qué punto estas potencias
pueden estar interesadas en promover un orden multilateral más democrático, frente a este nuevo “Eje Pacífico”,
bajo creciente hegemonía china. Igualmente resulta incierta la posición de la
vieja Europa, que podría jugar un papel interesante favoreciendo ese multilateralismo.
Sin duda, este
tipo de especulaciones se estarán haciendo en las cancillerías y en las
instituciones internacionales. Sin embargo, me temo que en sus ecuaciones de
futuro no se esté integrando el papel de la gente; es decir, el papel de la
democracia global. Y sin embargo, creo que en
la complejidad del siglo XXI no será posible un mundo en paz si no se avanza de
forma efectiva en una democracia real, en la que la gente, hombres y
mujeres, las distintas clases sociales, las diversas generaciones y los pueblos
en su conjunto se sientan, no sólo reconocidos y respetados en su diversidad,
sino también integrados en una
perspectiva de prosperidad compartida.
Cuando vemos
hoy la forma en que la lógica neoliberal aplica las llamadas “reglas del
juego”, pretendidamente democrático, para tratar los problemas producidos por
esa misma lógica, las reacciones no pueden sino transitar de la perplejidad a
la indignación. Y pienso, en este caso, en esa vieja Europa que se ha dotado de
un marco supranacional de convivencia y de colaboración sin precedentes… Sin
embargo, no deberíamos sorprendernos tanto: se trata de aplicar, desde la
lógica del negocio, reglas tradicionales del capitalismo que siempre estuvieron
presididas por la codicia de los más ricos y poderosos, que no son, por cierto,
los tan denostados políticos. Éstos, con más o menos responsabilidad en las
decisiones tomadas, no tomadas o por tomar, no pasan de ser, en buena medida, administradores de poderes ajenos que
dictan sus condiciones y exigencias al margen de la lógica democrática. Si
nos sorprendemos en estos momentos, y no antes, es porque esa codicia pasaba más
inadvertida en tiempos de bonanza. Podría incluso decirse que llegó a quedar
compensada, cuando menos en parte, por ciertos equilibrios de poder frente a la
amenaza de la revolución socialista, tras la Segunda Guerra Mundial. Pero hoy,
superada la amenaza de la Guerra Fría, pasados los tiempos mejores y en plena
crisis, esa codicia de los más ricos y
poderosos, no sólo se muestra implacable con los más débiles, sino que no duda
en recurrir a los más bajos e insolidarios instintos humanos, como ya
ocurrió en otros momentos trágicos de la historia que parecemos haber olvidado,
alentando nuevos movimientos de corte fascista, xenófobo y autoritario…
El movimiento
nacido en España bajo el lema “Democracia
real ya”, más allá de respetar los procesos electorales, cuestiona el poder de quienes no son
votados, es decir el poder del dinero. El poder de un sistema financiero
que, tras provocar la crisis actual, pretende hacer negocio con la propia
crisis, sacrificando los derechos más elementales de la gente. También se
cuestiona la forma de hacer política desde las instituciones por parte de los
políticos electos, más atentos a las presiones y dictados de los llamados
“mercados”, que no a las necesidades de la población, a la que se supone
representan … Sin formularlo aún claramente, este movimiento empieza a denunciar la vigente democracia como una “Dictadura del Capital” encubierta bajo
formas democráticas cada vez menos efectivas.
Desde mi punto
de vista, más allá del cuestionamiento moral del sistema capitalista, la clave está en la recomposición de
poderes que ha supuesto la globalización neoliberal. Desde esta
recomposición de poderes, la desmesura
de la codicia global del capital está haciendo saltar en pedazos, no sólo la
visión socialdemócrata del “Estado del Bienestar”, sino incluso el marco
institucional de los Estados-Nación y de las instituciones internacionales de
post-guerra. Gobiernos y Parlamentos se ven hoy desbordados por los
chantajes de “los mercados”. De igual forma que en tiempos de crecimiento se
vieron seducidos por la imparable voracidad del negocio inmobiliario o de la
llamada “ingeniería financiera”, en un marco global que siempre escapó a sus
capacidades de control y regulación.
Se hace
necesario un nuevo marco de acuerdos internacionales que de una respuesta
positiva a esta situación. Sin embargo, al tiempo que no existen alternativas
globales al orden neoliberal imperante, no parece garantizada la docilidad de
las víctimas, que de hecho empiezan a
configurar movimientos masivos de insurrección no-violenta, que
puntualmente recogen el apoyo de sectores mayoritarios …
En la vieja Europa puede estarse jugando un acto
decisivo dentro del escenario global. Si como se
reconoce oficialmente, Grecia (por
no hablar de Portugal o Irlanda…) no
puede pagar los intereses que le imponen “los mercados”, en este caso en forma
de pretendido “Plan de Rescate de la UE”,
cada vez parece más probable que España
no sea tan “diferente” [Recordamos que este texto es de diciembre
pasado. AcampadaHuesca] y acabe también triturada
por la voracidad de unos acreedores especulativos que la UE, al parecer, no
sabe, no puede o no quiere controlar. En buena medida, porque los propios
bancos de esa UE pesan más que el bienestar y los derechos más elementales de los
europeos, especialmente de los menos poderosos … La duda no sólo se extiende
hoy a Italia, sino incluso a Francia, haciendo emerger sobre el
escenario la sombra del festín final, con la temida quiebra del Euro …
Parece
evidente que no es ese el escenario buscado por el sistema neoliberal
imperante, aunque no falten especuladores
que estén haciendo negocio y pretendan hacer mejores negocios aún si ese
proceso en cadena se precipita … Sin embargo, parecen pesar más las
contradicciones que la voluntad de superarlas. Por un lado, se ha apostado, con escasas fisuras, por
defender el poder de la gran banca, vaciando las arcas públicas nacionales
en las operaciones de rescate del sistema financiero, asumiendo los llamados
activos tóxicos privados derivados de la especulación urbanística en forma de
“Bancos Malos” sobre los lomos del Estado y cargando sobre el BCE la
responsabilidad de proveer financiación a bajo coste a la Banca Privada,
mientras regatea el auxilio a la deuda pública de los países con problemas. Se
tiende incluso a reforzar el poder de esa gran banca, promoviendo fusiones y la
absorción de las Cajas de Ahorro. Ya nadie recuerda siquiera la sensata
intención de Barak Obama de hacer lo contrario, es decir, trocear la gran banca en pequeños bancos que puedan quebrar sin poner
en riesgo al conjunto del sistema… El problema es que, vaciadas las
capacidades públicas en esta estrategia de blindaje de los grandes bancos
europeos, no sólo se ha apostado por acabar con el llamado “Estado del
Bienestar”, sino que se ha secado la posibilidad de dinamizar la inversión
púbica y el crédito a la actividad productiva; o dicho en otras palabras, se ha
cerrado toda opción estratégica de corte keynesiano.
En este
contexto, crece el riesgo de una recesión que quebraría la posibilidad de
equilibrar la deuda, dando nuevas bazas a los especuladores en sus negocios en
torno a la deuda pública de los más débiles en incluso en sus estrategias de tumbar el euro.
Algunos
piensan que influye decisivamente el carácter conservador del actual liderazgo de
la UE. Yo tiendo a pensar que es irrelevante, dada la falta de un polo
alternativo desde la socialdemocracia europea. En todo caso, lo que si parece
relevante a la hora de explicar las indecisiones y la falta de liderazgo
europeísta es la presión de esa creciente ola de nacionalismos de extrema
derecha que crece en el continente.
Por otro lado,
la descarada estrategia de blindar los intereses y el poder de la gran banca, a
costa de desmontar los derechos y conquistas socioeconómicas básicas de los más
débiles, e incluso de principios democráticos, ha llevado, en un principio, a
estados colectivos de perplejidad, que tienden a transformarse en indignación
popular. Cada vez son más los que tienen
menos que perder al tiempo que crece la indignación por el carácter tan injusto
e inequitativo de la estrategia asumida por la UE.
En este contexto, y a pesar de las reiteradas escenografías
y esfuerzos por aparentar decisión y solidez europea, podemos estar asistiendo
a una crisis no programada de la UE que podría acabar reactivando la crisis
global en un momento en el que ya no existen capacidades financieras públicas
para frenar el desastre.
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Sigue en este enlace: Más democracia frente al poder de los mercados.
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