jueves, 16 de agosto de 2012

¿A dónde vamos?, entre el colapso y la recesión prolongada. (Acabar con la opacidad del sistema financiero y los paraísos fiscales. IV)


Continuamos con la serie "Acabar con la opacidad del sistema financiero y de los paraísos fiscales" que reúne el texto base de l conferencia ofrecida por Pedro Arrojo,profesor de economía y Premio Goldmann de Medio Ambiente, en la Universidad de la plaza, del 15M de Huesca.
Esta serie de artículos comenzó con, "¿A qué crisis nos enfrentamos?', que puedes leer en este enlace, continuó con "Cambio de época. Hacia una nueva prosperidad" y siguió con "Decrecimiento sostenible para esa nueva "prosperidad". Incluimos ahora el quinto epígrafe del texto (cuarta parte en esta serie) titulado Colapso o recesión prolongada.

La serie continuará en este mismo blog en los póximos días




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[Con Firma] Acabar con la opacidad del sistema financiero y los paraísos fiscales. ¡Piensa global y actúa local y globalmente! (4ª parte)
Por Pedro Arrojo Agudo, profesor del Dpto. de Análisis Económico de la Universidad de Zaragoza

El autor recuerda que éste es un texto en elaboración y por tanto agradecerá todo tipo de aportaciones que se pueden dirigir al correo arrojo[arroba]unizar.es


5 – Colapso o recesión prolongada sin garantía

En una sociedad global crecientemente compleja e interdependiente, el reto de desarrollar una gobernanza democrática efectiva está colisionando de forma cada vez más estrepitosa con el imperio de la lógica de mercado y el poder omnímodo del capital financiero. En un sistema en el que, cada vez más claramente, el poder lo da el dinero más que los votos, incluso los Estados más poderosos se ven sometidos a las presiones, cuando no al dictado, de los intereses de los grandes grupos financieros.

Por otro lado, el relevo hegemónico de China se viene produciendo a través de un doble juego financiero de alianza con y chantaje a EEUU, condicionando sostener el dólar a despecho de la descomunal deuda norteamericana, a la docilidad internacional frente a las estrategias progresivas y pacientes del gigante asiático. Un poder financiero ganado, en este caso si, sobre la base de una economía productiva sumamente competitiva, apoyada tanto en la liberalización comercial internacional, como en una política de infravaloración artificial de su moneda, en connivencia forzada con EEUU e incluso con la UE (sobre la que crece también la sombra del apoyo-chantaje financiero chino).

Podría decirse que la fluidez voraz del dinero, moviéndose libremente a nivel global, ha acelerado la crisis del unilateralismo que empezó a dibujarse con la caída del Muro de Berlín, en torno a EEUU, como potencia central y la UE como su lugarteniente (el famoso “Eje Atlántico”), perfilándose hoy un nuevo “Eje Pacífico”, en el que la referencia clave ya no es Japón sino China que, poco a poco, está pasando a tomar la posición hegemónica.

En este contexto, las profundas contradicciones internas de China, amordazadas por la represión y la falta de libertades, añaden incertidumbre al escenario internacional. Difícilmente podemos alumbrar expectativas esperanzadoras de ese nuevo liderazgo en el que se combina lo peor del autoritarismo de su pasado socialista con lo peor del mercantilismo capitalista que China abraza hoy con entusiasmo.

La falta de regulación financiera y comercial está generando, por no decir que ha generado ya, desequilibrios estructurales tan graves en el orden económico-financiero internacional y en el orden social derivado, que se hace difícil vislumbrar un orden democrático internacional efectivo, sin cambiar drásticamente las reglas del juego del pretendido “libre mercado”.

En este complejo tránsito, no obstante, emergen opciones multilateralistas, bajo el empuje de otras potencias emergentes menores que juegan también sus bazas, como Brasil o la India, sin olvidar a Rusia, como heredera del viejo poder nuclear soviético. Resulta incierto precisar hasta qué punto estas potencias pueden estar interesadas en promover un orden multilateral más democrático, frente a este nuevo “Eje Pacífico”, bajo creciente hegemonía china. Igualmente resulta incierta la posición de la vieja Europa, que podría jugar un papel interesante favoreciendo ese multilateralismo.

Sin duda, este tipo de especulaciones se estarán haciendo en las cancillerías y en las instituciones internacionales. Sin embargo, me temo que en sus ecuaciones de futuro no se esté integrando el papel de la gente; es decir, el papel de la democracia global. Y sin embargo, creo que en la complejidad del siglo XXI no será posible un mundo en paz si no se avanza de forma efectiva en una democracia real, en la que la gente, hombres y mujeres, las distintas clases sociales, las diversas generaciones y los pueblos en su conjunto se sientan, no sólo reconocidos y respetados en su diversidad, sino también integrados en una perspectiva de prosperidad compartida.
Cuando vemos hoy la forma en que la lógica neoliberal aplica las llamadas “reglas del juego”, pretendidamente democrático, para tratar los problemas producidos por esa misma lógica, las reacciones no pueden sino transitar de la perplejidad a la indignación. Y pienso, en este caso, en esa vieja Europa que se ha dotado de un marco supranacional de convivencia y de colaboración sin precedentes… Sin embargo, no deberíamos sorprendernos tanto: se trata de aplicar, desde la lógica del negocio, reglas tradicionales del capitalismo que siempre estuvieron presididas por la codicia de los más ricos y poderosos, que no son, por cierto, los tan denostados políticos. Éstos, con más o menos responsabilidad en las decisiones tomadas, no tomadas o por tomar, no pasan de ser, en buena medida, administradores de poderes ajenos que dictan sus condiciones y exigencias al margen de la lógica democrática. Si nos sorprendemos en estos momentos, y no antes, es porque esa codicia pasaba más inadvertida en tiempos de bonanza. Podría incluso decirse que llegó a quedar compensada, cuando menos en parte, por ciertos equilibrios de poder frente a la amenaza de la revolución socialista, tras la Segunda Guerra Mundial. Pero hoy, superada la amenaza de la Guerra Fría, pasados los tiempos mejores y en plena crisis, esa codicia de los más ricos y poderosos, no sólo se muestra implacable con los más débiles, sino que no duda en recurrir a los más bajos e insolidarios instintos humanos, como ya ocurrió en otros momentos trágicos de la historia que parecemos haber olvidado, alentando nuevos movimientos de corte fascista, xenófobo y autoritario…
El movimiento nacido en España bajo el lema “Democracia real ya”, más allá de respetar los procesos electorales, cuestiona el poder de quienes no son votados, es decir el poder del dinero. El poder de un sistema financiero que, tras provocar la crisis actual, pretende hacer negocio con la propia crisis, sacrificando los derechos más elementales de la gente. También se cuestiona la forma de hacer política desde las instituciones por parte de los políticos electos, más atentos a las presiones y dictados de los llamados “mercados”, que no a las necesidades de la población, a la que se supone representan … Sin formularlo aún claramente, este movimiento empieza a denunciar la vigente democracia como una “Dictadura del Capital” encubierta bajo formas democráticas cada vez menos efectivas.
Desde mi punto de vista, más allá del cuestionamiento moral del sistema capitalista, la clave está en la recomposición de poderes que ha supuesto la globalización neoliberal. Desde esta recomposición de poderes, la desmesura de la codicia global del capital está haciendo saltar en pedazos, no sólo la visión socialdemócrata del “Estado del Bienestar”, sino incluso el marco institucional de los Estados-Nación y de las instituciones internacionales de post-guerra. Gobiernos y Parlamentos se ven hoy desbordados por los chantajes de “los mercados”. De igual forma que en tiempos de crecimiento se vieron seducidos por la imparable voracidad del negocio inmobiliario o de la llamada “ingeniería financiera”, en un marco global que siempre escapó a sus capacidades de control y regulación.
Se hace necesario un nuevo marco de acuerdos internacionales que de una respuesta positiva a esta situación. Sin embargo, al tiempo que no existen alternativas globales al orden neoliberal imperante, no parece garantizada la docilidad de las víctimas, que de hecho empiezan a configurar movimientos masivos de insurrección no-violenta, que puntualmente recogen el apoyo de sectores mayoritarios …
En la vieja Europa puede estarse jugando un acto decisivo dentro del escenario global. Si como se reconoce oficialmente, Grecia (por no hablar de Portugal o Irlanda…) no puede pagar los intereses que le imponen “los mercados”, en este caso en forma de pretendido “Plan de Rescate de la UE”, cada vez parece más probable que España no sea tan “diferente” [Recordamos que este texto es de diciembre pasado. AcampadaHuesca] y acabe también triturada por la voracidad de unos acreedores especulativos que la UE, al parecer, no sabe, no puede o no quiere controlar. En buena medida, porque los propios bancos de esa UE pesan más que el bienestar y los derechos más elementales de los europeos, especialmente de los menos poderosos … La duda no sólo se extiende hoy a Italia, sino incluso a Francia, haciendo emerger sobre el escenario la sombra del festín final, con la temida quiebra del Euro …
Parece evidente que no es ese el escenario buscado por el sistema neoliberal imperante, aunque no falten especuladores que estén haciendo negocio y pretendan hacer mejores negocios aún si ese proceso en cadena se precipita … Sin embargo, parecen pesar más las contradicciones que la voluntad de superarlas. Por un lado, se ha apostado, con escasas fisuras, por defender el poder de la gran banca, vaciando las arcas públicas nacionales en las operaciones de rescate del sistema financiero, asumiendo los llamados activos tóxicos privados derivados de la especulación urbanística en forma de “Bancos Malos” sobre los lomos del Estado y cargando sobre el BCE la responsabilidad de proveer financiación a bajo coste a la Banca Privada, mientras regatea el auxilio a la deuda pública de los países con problemas. Se tiende incluso a reforzar el poder de esa gran banca, promoviendo fusiones y la absorción de las Cajas de Ahorro. Ya nadie recuerda siquiera la sensata intención de Barak Obama de hacer lo contrario, es decir, trocear la gran banca en pequeños bancos que puedan quebrar sin poner en riesgo al conjunto del sistema… El problema es que, vaciadas las capacidades públicas en esta estrategia de blindaje de los grandes bancos europeos, no sólo se ha apostado por acabar con el llamado “Estado del Bienestar”, sino que se ha secado la posibilidad de dinamizar la inversión púbica y el crédito a la actividad productiva; o dicho en otras palabras, se ha cerrado toda opción estratégica de corte keynesiano.

En este contexto, crece el riesgo de una recesión que quebraría la posibilidad de equilibrar la deuda, dando nuevas bazas a los especuladores en sus negocios en torno a la deuda pública de los más débiles en incluso en sus estrategias de tumbar el euro.

Algunos piensan que influye decisivamente el carácter conservador del actual liderazgo de la UE. Yo tiendo a pensar que es irrelevante, dada la falta de un polo alternativo desde la socialdemocracia europea. En todo caso, lo que si parece relevante a la hora de explicar las indecisiones y la falta de liderazgo europeísta es la presión de esa creciente ola de nacionalismos de extrema derecha que crece en el continente.
Por otro lado, la descarada estrategia de blindar los intereses y el poder de la gran banca, a costa de desmontar los derechos y conquistas socioeconómicas básicas de los más débiles, e incluso de principios democráticos, ha llevado, en un principio, a estados colectivos de perplejidad, que tienden a transformarse en indignación popular. Cada vez son más los que tienen menos que perder al tiempo que crece la indignación por el carácter tan injusto e inequitativo de la estrategia asumida por la UE.

 En este contexto, y a pesar de las reiteradas escenografías y esfuerzos por aparentar decisión y solidez europea, podemos estar asistiendo a una crisis no programada de la UE que podría acabar reactivando la crisis global en un momento en el que ya no existen capacidades financieras públicas para frenar el desastre.
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Sigue en este enlace: Más democracia frente al poder de los mercados.

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