viernes, 7 de diciembre de 2012

La experiencia de Occupy Wall Street trabajando frente al huracán Sandy. Sensaciones, debates y narrativas en torno a Occupy Sandy

Toma el huracán. El huracán Sandy, tras el Katrina (2005) uno de los más dañinos de los últimos años, ha afectado a varios países americanos, a finales de octubre de 2012. En Estados Unidos, el movimiento Occupy Wall Street, se ha implicado en las siguientes semanas en el proceso social de solidaridad y apoyo mutuo ciudadano. Dos integrantes de este "15M" norteamericano, a quienes agradecemos mucho su aportación, nos cuentan la experiencia; y los debates, confluencias y cuestionamientos políticos que ha generado esta campaña, en un interesante relato que nos trae ecos de muchas reflexiones también abiertas en nuestros movimientos sociales en España.



[Con firma] Sensaciones, debates y narrativas en torno a Occupy Sandy
Por Luis Moreno-Caballud y Begoña Santa Cecilia

En un primer momento, nos enteramos con alegría de que OWS [Occupy Wall Street], se ha volcado de forma inmediata en la ayuda tras el huracán Sandy. Se moviliza rápidamente todo el potencial organizativo y logístico de Occupy: listas de correo, redes sociales, contactos, capacidades de proveer comida caliente a grandes cantidades de gente, de distribuir ropa, de conseguir donaciones y de hacer visibles todos esos esfuerzos. Se establecen, además, nuevas alianzas, se coordinan esfuerzos: con 350.org (organización que trabaja contra el calentamiento global) con la plataforma Recovers.org, creada para proveer apoyo en catástrofes naturales, pero también de forma improvisada y sobre la marcha, con diversas organizaciones locales de los barrios afectados (iglesias, grupos que trabajan con migrantes, centros de asistencia médica, social, educativos, etc) y con multitud de gente que simplemente quiere ayudar o necesita ayuda. Es decir, Occupy se pone a funcionar como facilitador de procesos que valen por sí mismos, más allá de las identidades que los participantes en esos procesos se quieran atribuir. Como una especie de gran catalizador y “paraguas” para cualquiera.

Se producen así situaciones en las que la identidad de Occupy como grupo “activista”, “militante”, “anti-capitalista” queda en un segundo plano respecto a su capacidad de proveer un espacio común en el que la gente se pueda juntar para ayudarse. Resurge su faceta más de “ayuda mutua” , que siempre ha estado presente en torno a Occupy, frente a la concepción de un movimiento específico de activistas alejado de la gente común, que es la que los mainstream media a menudo han difundido. La iglesia de St. Jacobi en el barrio de Sunset Park, por ejemplo, contribuye a esta apertura de Occupy al convertirse en un centro de operaciones al que llegará constantemente gente y donaciones distribuidas después a los barrios más afectados a través de redes humanas y logísticas que anteponen su capacidad para producir ayuda a cualquier otra consideración.






-Tras el huracán: alianzas, sinergias, encuentros.
En los límites porosos de estas redes surgen importantes sinergias y encuentros. Algunos de ellos, que vemos o nos cuentan:

Una mujer de clase media que vive en el barrio de Park Slope está intentando buscar un sitio dónde ayudar y no lo encuentra. Se quedó impresionada por la noticia de otra mujer que perdió a sus dos hijos arrastrados por la corriente en el muy dañado distrito de Staten Island. Finalmente, alguien le habla de St. Jacobi en Sunset Park, y ella llega allí sin saber nada de Occupy. Recibe un pequeño “training” para voluntarios, en el que no se habla de Occupy, sino de la importancia del respeto, la calma y la capacidad de escucha para entender las necesidades de los afectados por el huracán.

Un gran grupo de ciclistas cargados con mochilas llenas de donaciones circula por un Lower East Side a oscuras. Para coordinarse han utilizado la referencia a Occupy Sandy. Gente que quizás hasta ahora tiene una vaga idea de Occupy, (¿un grupo radical que fue famoso el año pasado por un enfrentamiento con la policía?), explica a sus amigos que tienen que ir a la página web de Occupy Sandy para saber cómo pueden ayudar.

En las Rockaways, otro barrio con niveles terribles de destrucción, se corre la voz rápidamente de que hay un puesto de otra gente más abajo en la calle que verdaderamente proporciona ayuda directa, y no sólo un generador eléctrico para cargar teléfonos o instancias oficiales para rellenar, que parece ser lo único que de momento ofrece la policía y FEMA (la agencia estatal para ayuda en desastres naturales). No todo el mundo que va a ese puesto se marchará habiendo oído o leído la palabra Occupy, pero la mayoría lo harán con un poco menos de desesperación de la que traían: http://www.democracynow.org/2012/11/5/after_sandy_occupy_movement_re_emerges

En estas situaciones, se forman cadenas humanas engarzadas por individuos de distintas procedenciashttp://www.youtube.com/watch?v=2K6aQSM8rY0

No se trata de una unión idealista en la que todo vale, o en la que las diferencias quedan desdibujadas. Ni los métodos, ni los propósitos ulteriores de Occupy son los mismos que los de la National Guard o la Cruz Roja, pero se producen encuentros inesperados, contagios que, de nuevo, valen por sí mismos: http://www.youtube.com/watch?v=A44z33fSGqE

-Tras el huracán: problemas, críticas, debates
Surgen también, por supuesto, problemas, críticas que podríamos caracterizar en dos grandes grupos:

La crítica al “asistencialismo”: señala el peligro de que Occupy se convierta en una agencia de ayuda más, entrando en la lógica del “servicio”, que limita la capacidad de auto-gestión y de transformación estructural de los poderes y las desigualdades que determinan siempre la realidad cotidiana, no sólo en época de catástrofes. En esa lógica del “servicio”, se profesionaliza el activismo, la política y la solidaridad; se reparten los papeles entre víctimas y “salvadores”, se pretende que la catástrofe es coyuntural y que después volverá una “normalidad” en la que ya no haría falta ayudarse. La crítica no está falta de razón: ya hay muchos mainstream media que afirman que en esta deriva Occupy “ha encontrado un nuevo propósito”, como si la lógica de la ayuda mutua no hubiera estado siempre en el movimiento, como si además esta supuesta nueva identidad de Occupy como “agencia de ayuda” no tuviera nada que ver con la denuncia y la resistencia a los abusos de las élites financieras y políticas que ha caracterizado al movimiento hasta ahora. A estas narrativas se responde con imágenes como esta:

Por otro lado, es también razonable la crítica a un posible “adoctrinamiento” que Occupy llevaría a cabo si, yéndose hacia el otro extremo, tratara de imponer sus slogans, ideas y prácticas a los afectados aprovechando la situación de desastre. A parte de lo terrible del chantaje implícito que podría llegar a darse en esos casos (“te ayudo si dices que tengo razón y sigues mi causa”) lo que es también peligroso de ese tipo de posiciones es que demuestran una incapacidad de escuchar, de entender que las políticas, las ideas, los afectos, los slogans y narrativas están ya en todas partes y que se construyen entre todos. Occupy no es una identidad previa que llegue a estos procesos de ayuda mutua para imponer su visión de las cosas, Occupy es esos procesos. Y esos procesos son ya una forma de construir lo común frente a los abusos de las élites, son ya política, política verdaderamente participativa y democrática, capaz de cambiar los poderes estructurales mientras pueda inscribirse en lo cotidiano, más allá de una situación excepcional. En este sentido, hemos percibido con alegría durante la última semana una importante sensibilidad de las redes múltiples de Occupy para estar a la escucha, para facilitar encuentros, para mezclarse, reinventarse, para confundirse con el tejido social de la ciudad, reforzarlo y sostenerlo.

-El huracán, sus consecuencias, y el proceso de recuperación: Lecturas 'políticas'
Las alianzas y encuentros que ya mencionábamos van en esta dirección y se han visto favorecidas por una serie de narrativas que han “politizado” la lectura de Sandy y sus consecuencias:

Por un lado, vemos como masivamente se empieza a difundir la idea de que todo lo relacionado con Sandy tiene que ver con el cambio climático, y que a su vez el cambio climático es un asunto político. Más allá de que a la campaña de Obama le haya podido interesar potenciar esa narrativa a última hora (en un ejercicio notable de cinismo, pues la había ignorado soberanamente), lo cierto es que lo que está implícito en esa reflexión, el gran cambio que sería necesario para revertir el carácter destructivo del estilo de vida medio americano, es de una tremenda potencia política. Llueve sobre mojado: se empieza a generalizar la idea de que cada vez va a haber más tormentas como estas, de que esto no es normal, que antes no era así, y de que se impone un cambio radical de vida para cambiar esta deriva. La escasez de gasolina estos días en Nueva York no puede dejar de resonar sobre la acumulación de desconfianza respecto a un sistema que está siendo representado en clave apocalíptica por multitud de relatos de éxito masivo, registrando una sensibilidad muy de nuestro tiempo. Con las calles de barrios enteros de Nueva York casi a oscuras, y algunas zonas asoladas por el agua, el fuego y la arena, esos imaginarios del desastre se engarzan con lo cotidiano y se hacen visibles como representaciones mucho más realistas de lo que cabría pensar. Más allá del escuchar a políticos americanos hablando (por fin) sobre el calentamiento global, la experiencia de millones de personas bajo un huracán que se ha percibido como un acontecimiento político, hace que slogans como “El capitalismo es la catástrofe” dejen de resultar tan extraños para mucha gente en Estados Unidos.



El otro gran eco en estos días, como no podía ser de otra forma, es el de Katrina y Nueva Orleans. De nuevo aquí llueve sobre mojado: las consecuencias desiguales del huracán se leen inmediatamente en términos de clase social y de raza, como se hizo evidente con Katrina, y resuenan además con todo el debate sobre la desigualdad económica que se ha potenciado durante el último año alrededor de slogans como “We are the 99%”, y de la comprensión de la figura del candidato republicano Mitt Romney como ejemplo del poder del 1%. Se empieza a hablar enseguida sobre la existencia de dos ciudades diferentes y diferentemente tratadas en una misma ciudad: Manhattan recupera enseguida la luz y los servicios, los “outter boroughs” siguen en un estado de desastre, sin electricidad, sin calefacción, con casas destruidas, durante más de una semana, y sin previsión de grandes cambios en las próximas. Esta narrativa de las dos ciudades no es solamente reactiva o de queja: frente a la inutilidad y el desinterés de los políticos, de FEMA, del Estado y de las corporaciones, incluso de entidades como la Cruz Roja, surge en los barrios periféricos la colaboración de la gente, que no sólo se junta para cambiar las cosas en sus comunidades, sino que lo hace con el orgullo que afirma: “We got this” (expresión difícilmente traducible en este contexto pero que podría funcionar algo así como “nosotros vamos a resolver esto” o “lo tenemos bajo control”).



Por último, el debate sobre la cancelación de la maratón de Nueva York, que iba a celebrarse apenas siete días después de la llegada de Sandy, ha incluido también elementos muy interesantes acerca de la representación colectiva de la ciudad. El alcalde Bloomberg citó a su predecesor Giulianni para defender su voluntad de continuar con el evento deportivo: él había hecho lo mismo tan sólo dos meses después del 11 de Septiembre, y salió reforzado electoralmente. Bloomberg quería jugar la carta del maratón como “una inyección de moral”, o como una demostración de la capacidad de recuperación de la ciudad. Dejando de lado el hecho de que esas afirmaciones deberían completarse con un análisis acerca de quiénes hubieran sido los verdaderos beneficiados económicamente por el maratón, es interesante notar cómo una auténtica avalancha de voces en las redes sociales y en general en la esfera pública ha rechazado de plano ese tipo de argumentos, que normalmente tienen tanto poder de seducción en el imaginario colectivo americano. Por supuesto el tema de fondo es cómo gestionan los países, las comunidades y las personas su vulnerabilidad y su interdependencia, y en este país el discurso oficial es fuertemente reacio a reconocer estas características de la condición humana. Es de todos sabido que políticos, famosos de toda índole y cualquiera que quiera que le escuchen invocará aquí una y otra vez el discurso vacío y estereotípico sobre la “fuerza” y el “liderazgo” del que una y otra vez se repite sin sonrojo alguno “es el mejor país del mundo”. Los mitos del éxito personal y colectivo se aplican una y otra vez en cualquier circunstancia, oscureciendo la posibilidad de reconocer la constitutiva fragilidad común de las personas, y consiguientemente provocando un constante estado de auto-engaño que a menudo explota a través de la frustración, la angustia y la violencia. Pero en esta ocasión, hemos visto cómo una ciudad entera pedía no sólo ayuda, sino también que se interrumpiera esa huída hacia adelante, y que se dejara de pensar en términos de producir una “imagen” de la ciudad (Nueva York= éxito imparable, capacidad de recuperación), para hacerse cargo de la realidad material no sólo de devastación y desamparo, sino también de vulnerabilidad gestionada en común. Bloomberg ha tenido que cancelar el maratón, las toneladas de comida y agua, los generadores de electricidad, las habitaciones de hotel y los millones de recursos que se iban a aportar a esa burbuja de una Nueva York triunfante en la desgracia se han desviado (ojalá muchos de ellos) hacia la supervivencia de una ciudad hecha de gente capaz de reconocer que necesita ayuda, y que se niega a volver a una “normalidad” que sólo lo es para algunos. Y que para otros nunca llegará, porque no existía siquiera antes de Sandy.



Estas sensibilidades políticas que brotan en los debates en torno al cambio climático, a través de los ecos de Katrina y en el rechazo del maratón como espectacularización de la catástrofe, son parte de los procesos en los que está implicado como un facilitador colectivo el movimiento Occupy, y su reencarnación Occupy Sandy.

Tanto a quienes temen la deriva “asistencialista” de Occupy como a quienes tratan de evitar el paternalismo de un posible “adoctrinamiento” quizás nos puedan ayudar a participar y a enriquecer el proceso común que Sandy ha desencadenado.

Occupy Sandy
http://interoccupy.net/occupysandy/

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