Manifiesto estatal: No en nuestro nombre
El fanatismo terrorista del Daesh (ISIS) es funcional y retroalimenta al fanatismo racista europeo, mientras nuestros Gobiernos practican recortes de derechos sociales y libertades fundamentales, xenofobia institucional y bombardeos indiscriminados, que se han demostrado ineficaces. Nos negamos a participar en el falso mercadeo entre derechos y seguridad. Aquí, en París, en Iraq o en Siria, son los pueblos los que ponen las muertes mientras unos y otros trafican con influencias, armas e intereses geoestratégicos. El odio fanático de unos no puede esgrimirse como justificación para nuevos odios. Nos negamos a ser rehenes del odio, el terror y la intolerancia, eso sería claudicar ante el terrorismo.
Las y los abajo firmantes creemos que la democracia, los Derechos Humanos y la aspiración a una paz con justicia no son un camino ni una moneda de cambio para nada, sino que constituyen en sí mismos el camino y el horizonte, además de la mejor respuesta contra quienes quieren acabar con ellos. Por eso nos oponemos drásticamente a cualquier respuesta al odio que implique más odio, más intolerancia, más muertes de inocentes y menos derechos y libertades.
Desde el convencimiento de que en estos momentos la ciudadanía no solo no puede esconderse, sino que debe ser protagonista y liderar la respuesta contra el terror, nos convocamos el sábado 28 de noviembre a las 20 h en la plaza de Zaragoza de Huesca, como se hará en decenas de ciudades del estado para mostrar nuestra repulsa a los ataques terroristas de París y Líbano, nuestra repulsa a los bombardeos contra la población civil siria, nuestra repulsa a recortes democráticos como ineficaces garantías de seguridad y nuestra repulsa a la política exterior belicista iniciada por el Bush-Blair-Aznar. Invitamos al resto de municipios a sumarse a esta iniciativa impulsando convocatorias ciudadanas similares.
Contra el terrorismo, contra la islamofobia y contra sus guerras. Ni los recortes de libertades ni los bombardeos nos traerán la seguridad y la paz. NO en nuestro nombre.
Manifiesto de los colectivos pacifístas “ante los sucesos de París y la guerra permanente del Capital”
Sentimos como propias todas las muertes de esta y de todas las guerras, y condenamos a todos sus protagonistas, occidentales y orientales, que anteponen la ambición económica o sus objetivos militares a la defensa de la vida, situándonos en evidente riesgo a la población civil inocente de una y otra parte del mundo. La guerra es un crimen contra la humanidad y cualquier vida humana vale lo mismo, sea de donde sea.
Las potencias occidentales junto a otras mundiales y regionales (Israel, Turquía, las monarquías del Golfo, Irán, Rusia... ), enemigos de cualquier proceso transformador, se han dedicado a contrarrestar la influencia del nacionalismo árabe laico, convirtiendo las revueltas árabes en guerras civiles de difícil salida. EEUU, Gran Bretaña y Francia, principalmente, han dejado que el conflicto en Siria se pudriera para justificar una intervención militar directa que les permita avanzar posiciones. Siria cuenta con un apreciable volumen de reservas de petróleo que ambicionan controlar así como las propias conducciones energéticas que pueden transitar por su territorio. Algo similar ocurre con el transporte ilegal del petróleo a través del territorio turco, consentido hasta ahora por la OTAN y por distintos servicios secretos, y con el que se ha estado financiando el EI.
Los estados "occidentales" son responsables directos, entre otras, de las guerras y ocupaciones de Afganistán, Iraq y Libia, y han detonado también las de Siria y Yemen. Territorios que han bombardeado y en los que han armado a grupos, como el que ahora atenta en Europa, para que actuasen de acuerdo a sus intereses, provocando sufrimiento y odio que, inevitablemente, se vuelve ahora contra todos nosotros y nosotras.
No confiamos en "las soluciones" de aquellos que crearon el problema. Quienes presentan más guerra como solución, tan sólo ocultan su ambición capitalista. Su objetivo no es otro que el control de los recursos energéticos y de las materias primas de una geografía, históricamente disputada, que pretenden repartirse. Además, incrementan así los beneficios de su industria de armamento amiga, cuya cotización en bolsa se ha disparado de nuevo nada más escuchar "los tambores de guerra" aliados.
No a la guerra
Mientras que para los de siempre, "los de arriba", la guerra produce más dividendos, a la gente "de abajo" sólo nos produce más recortes de libertades, más destrucción, más empobrecimiento, más dolor y más miedo, enfrentándonos, peligrosamente, a sociedades y culturas diversas que necesitamos convivir y apoyarnos mutuamente. La intensificación de la guerra no acabará con los atentados, traerá más sed de venganza, más tragedia.No queremos seguir siendo vasallos, ni víctimas de las políticas criminales de los estados que nos convierten en objetivo militar. ¿Qué podemos esperar de quienes representan la raíz del problema y se atrincheran en la retórica belicista arrastrándonos interesadamente a más violencia y, en consecuencia, a más sufrimiento?
Es imprescindible y urgente la movilización ciudadana, una revolución democrática y noviolenta que consiga el autogobierno necesario para romper con las políticas practicadas por "nuestros" estados en todo el mundo árabe musulmán, tanto en el Norte de África como en Oriente Próximo, cuya única intención es rediseñar sus fronteras para beneficio de los lobbies de la industria militar y de la energía.
Hay alternativas a este (des)orden internacional interesado y violento: embargo de armas, prohibición de su venta, de la compra de petróleo de contrabando y de toda financiación a las partes en conflicto, exigencia de un alto al fuego y desmilitarización del territorio; promoción de la deserción y apoyo a quienes desertan, cuyo número crecerá a medida que cese el abono de los salarios a los combatientes por el ahogo financiero (se intenta ocultar que las filas del EI también se nutren en buena parte de militares de las anteriores guerras, así como gente forzada a combatir bajo amenaza de muerte o, en otros casos, atraída por esa "nueva vida" retribuida económicamente, y no necesariamente ideologizada en extremo); despliegue de personal mediador y de interposición que colabore en un proceso de diálogo y reconciliación; apoyo a la población y sectores sociales de Siria partidarios de salidas pacíficas, organizaciones civiles, feministas, pacifistas, humanitarias, de ayuda a las víctimas, etc, de Siria; acogida de toda la población refugiada y desplazada y apoyo a la reconstrucción (no especulativa) del país para favorecer el retorno con condiciones de vida dignas; persecución penal de los criminales de guerra...
El mismo sistema que recorta aquí nuestros derechos sociales básicos, que convierte en mercancía nuestras vidas es el que llama a la guerra. Defendamos una cultura de paz que luche contra la violencia estructural de un sistema basado en la explotación y en la desigualdad, mantenido a través del control social y los ejércitos. La guerra empieza aquí y podemos pararla también aquí, luchando contra nuestro propio militarismo: la pertenencia a la OTAN, las bases militares, el gasto militar, la industria de armas, la (in)cultura de la violencia, las relaciones políticas exteriores basadas en el engaño, la dominación, y el expolio para mantener, entre otras cosas, una dependencia energética suicida de recursos no renovables,...
Frente a la avaricia sangrienta de "los mercados" llamamos a la no colaboración con la guerra, a la cooperación internacional por la desobediencia civil contra el terrorismo de los estados que amenazan la seguridad del planeta; llamamos a la lucha social para satisfacer las necesidades sociales, humanas y ecológicas.
Hagamos que nuestras vidas, y no nuestras muertes, acaben con esta nueva-vieja guerra.
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